Una pareja de ancianos va a un restaurante de comida rápida, donde con cuidado divide en dos partes iguales la hamburguesa y las papas fritas.
Un cliente que se percato de lo que hacían siente pena por ellos y se ofrece a comprarle a la esposa su propia comida.
– No se preocupe —dice el anciano—, nosotros compartimos todo.
Unos minutos después, el cliente se da cuenta de que la esposa no ha probado bocado.
– De verdad no me importa comprarle su propia comida —insiste.
– No se preocupe, ella comerá su parte —le asegura el anciano—.
Lo compartimos todo.
Poco convencido, el camionero le pregunta a la esposa:
– ¿Por qué no come?
– ¡Porque estoy esperando a que mi esposo me preste la dentadura!
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