domingo, diciembre 8, 2024
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El parto de una lagartija

El parto de una lagartija

Una noche, justo después de cenar, apareció mi hijo para decirme que a una de las dos lagartijas que tenía prisioneras en su habitación le pasaba algo raro.

– «Está tumbada y parece enferma» -me dijo- ¿me puedes ayudar?»

Puse mi mejor cara de sanador de lagartijas, y le seguí hasta su habitación. Efectivamente, una de las dos lagartijas estaba tumbada boca arriba, y parecía muy nerviosa. Supe inmediatamente qué hacer.

– «Cariño, ven y mira la lagartija»

– «¡Dios mío!» -exclamó mi mujer- «Está dando a luz.»

– «Qué?» -preguntó mi hijo- «si se llaman Beto y Enrique, como los de Plaza Sesamo mami!»

Yo me quedé igual de estupefacto.

– «¡Oye, cómo puede pasar esto? Creí que habíamos acordado que no queríamos que parieran» -Le dije a mi mujer, acusadoramente.

– «Ya, pero y qué querías que hiciera, ¿ponerles un cartel en la jaula?» -me respondió. (Me pareció que lo decía con mucho sarcasmo!)

– «No, pero se supone que debías haber comprado dos machos!» – «Exacto, Beto y Enrique!» -mi hijo me apoyaba.

Para entonces, el resto de la familia ya estaba allí, para ver qué pasaba. Me encogí de hombros, tratando de sacar el mejor provecho de la situación.

– «Chicos, esta va a ser una experiencia fantástica» -les dije- «estamos a punto de ser testigos del milagro de la vida»

– «Oh, animal!» – me chillaron. Escudriñamos al paciente con detenimiento, y después de mucho esfuerzo, vimos cómo algo parecido a una pequeña pata aparecía brevemente, volviendo a desaparecer tras un escaso segundo.

– «No parece que estemos mejorando mucho esto…» -comenté. –

«Viene de pié,» – susurró mi esposa, horrorizada.

– «Haz algo, papi!» – urgía mi hijo.

– «Ok, ok.» – Delicadamente, tomé la pata a la siguiente vez que apareció y tiré de ella con suavidad. Pero volvió a desaparecer. Lo intenté varias veces más, con el mismo resultado.

– «Llamo al 911?» – sugirió mi hija mayor. – «A lo mejor nos ayudan en el parto.» (Te imaginas la escena, rodeado de mujeres?)

«Vamos a llevar a Enrique al veterinario» -dije seriamente. Nos metimos en le coche, mi hijo llevaba la jaula sobre sus rodillas.

– «Respira, Enrique , respira,» – decía para animar a la lagartija.

El veterinario se llevó la lagartija a la sala de exploración, y observó detenidamente al animal con una gran lupa.

– «Qué piensa doctor, ¿quizá una cesárea?» – le sugerí, científicamente.

– «Esto es muy interesante» – murmuró el veterinario de repente. Señor y Señora Hernández, ¿puedo hablar con ustedes en privado un momento?

Tragué saliva, y le indiqué a mi hijo que saliera con un movimiento de cabeza.

– «¿Enrique está bien?» – preguntó mi mujer.

– «Está perfectamente,» -nos aseguró el veterinario- «esta lagartija no está en parto, de hecho, eso nunca ocurrirá. Enrique es un macho. Vea, Enrique es un macho joven. Y de vez en cuando, según va llegando a la madurez, como muchas otras especies… pues… vaya… que se masturba.

Justo como acaba de hacer, tumbándose de espalda». Se puso colorado, mirando de reojo a mi mujer. Nos quedamos en silencio, tratando de asimilar aquéllo.

– «O sea que Enrique está… está… simplemente… excitado,» -concluyó mi mujer.

– «Exacto,» – replicó el veterinario, aliviado porque lo habíamos entendido.

De nuevo el silencio. Hasta que mi maliciosa y cruel mujer empezó a sonreír, a reírse por lo bajo, un poco más alto. Y al final a carcajadas. Le caían lágrimas por la cara.

– «Es que…me viene a la cabeza la imagen de verte tirando de… su… pequeño…» -tuvo que parar a tomar más aire para la siguiente carcajada-.

– «¡PARA YA!,» – le advertí.

Le dimos las gracias al veterinario y salimos de allí a toda velocidad, metiéndonos en el coche.

Mi hijo estaba muy contento de que todo estaba bien.

– «Sé que Enrique está realmente agradecido por lo que has hecho, papi,» – me dijo.

– «Oh, no sabes cuánto,» – dijo mi mujer, casi ahogándose de risa.

  • Dos lagartijas: 800 pesos.
  • Una jaula: 300 pesos.
  • Veterinario: 300 pesos.
  • El recuerdo de tu marido tirando del  P E N E de una lagartija: ¡NO TIENE PRECIO!

Moraleja de esta historia:

  • Pon más atención en las clases de biología.
  • Las lagartijas ponen huevos.

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